Aprender a morir para vivir plenamente
La vida y la muerte están inextricablemente unidas.
Ya los filósofos estoicos como Marco Aurelio o Cicerón señalaban que vivir bien es aprender a morir bien. Cicerón dijo que hacer filosofía es prepararse para la muerte.
Encajar adecuadamente el hecho de que somos mortales nos puede ayudar sobremanera a vivir plenamente.
Hay muchos testimonios que confirman que las personas que han tenido que enfrentarse de cara con la posibilidad de morir pueden experimentar cambios espectaculares en sus vidas. Cambios hacia una vida más comprometida, conectada con los demás, con mayor sentido.
Estos cambios también pueden ser provocados por la pérdida de un ser querido; o porque se acaba una relación íntima; o cuando los hijos emprenden el vuelo; o debido a que nos quedamos sin trabajo; o cuando llega la jubilación
Epicuro
Uno de los filósofos que más ha contribuido a lidiar con el miedo a morir es Epicuro, un ateniense que nació en el año 341 a.c.
Como filósofo entendía que su meta era contribuir a aliviar el sufrimiento humano. Y dado que el temor a la muerte es omnipresente y dificulta sobremanera el disfrute de la vida desarrolló una serie de estrategias para atenuar ese temor.
Señaló que la preocupación ante la muerte no era consciente para la mayoría de las personas sino que aparece disfrazada de diferentes maneras, como por ejemplo, el exceso de religiosidad; la acumulación obsesiva de riquezas; o la imperiosa necesidad de poder y fama. Según él, estas tendencias serían versiones falsificadas de la inmortalidad.
Para aliviar la ansiedad ante la muerte propuso una serie de argumentos. Veamos algunos de ellos.
1. La mortalidad del alma
Epicuro pensaba que el alma es tan mortal como el cuerpo.
Criticó duramente a los dirigentes religiosos de su época quienes atemorizaban a sus seguidores con castigos después de la muerte para así aumentar su poder y conseguir que la gente siguiera sus normas.
Si el alma no sobrevive a la muerte del cuerpo no tenemos que temer a una vida después de la muerte.
No habrá ocasión de arrepentirse de nada; ni habrá posibles y temibles castigos.
2. La muerte como final total
En su segundo argumento, Epicuro plantea que si el alma se dispersa con la muerte no puede seguir percibiendo y por tanto, lo que no percibimos no existe para nosotros.
Dicho de otra manera, mientras estoy vivo la muerte no existe. Y si aparece la muerte, yo no estoy. No podemos ser simultáneamente la muerte y yo.
¿Por qué temer a la muerte si nunca le veremos la cara?
Si estoy muerto no puedo saber que estoy muerto.
3. El argumento de la simetría
El tercer argumento es el siguiente: después de morir nos encontraremos en el mismo estado que antes de nacer.
¿A quién le preocupa el silencio de dónde venimos? Entonces, ¿qué sentido tiene preocuparse por el silencio hacia el que vamos?
No sólo te preocupa a ti la muerte
Puede que las ideas de Epicuro te parezcan poco útiles a la hora de atenuar el temor a la muerte. Pero puede que te consuele comprobar que ese temor lleva preocupando a la humanidad desde hace mucho tiempo y que grandes pensadores, como Epicuro, también dedicaron sus esfuerzos a encontrar un alivio a ese temor.
Así que no eres la única persona que le teme a la muerte.
Montaigne
Quiero terminar copiando algunos fragmentos del ensayo XX (“De como el filosofar es aprender a morir”) de Michel de Montaigne, escritor que vivió en el siglo XVI y al que tanto admiro: sus palabras son para mí una fuente inagotable de consuelo.
Ahí van los fragmentos:
• Es la muerte la meta de nuestra carrera, es necesario que apuntemos a ella; si nos espanta, ¿cómo será posible dar un paso adelante sin fiebre? El remedio del común de los mortales es no pensar en ella. Más, ¿de qué brutal estupidez puede venirle tan burda ceguera? Ha de embridar al asno por la cola, “Pues, ha decidido andar hacia atrás” (Lucrecio).
• Si fuera enemigo evitable, yo aconsejaría tomar las armas de la cobardía. Mas puesto que no lo es, puesto que nos atrapa igualmente siendo huidizos y cobardes que hombres de honor, y ninguna coraza puede protegernos, aprendamos a hacerle frente a pie firme y a combatirla. Y para empezar a quitarle su mayor ventaja contra nosotros, tomemos el camino contrario al del común de la gente. Quitémosle lo raro, acerquémosla a nosotros, acostumbrémonos a ella, no tengamos nada tan a menudo en la cabeza como la muerte.
• No sabemos dónde nos espera la muerte; esperémosla en cualquier lugar. La premeditación de la muerte es premeditación de la libertad. El que aprende a morir, aprende a no servir. El saber morir nos libera de toda atadura y coacción.
• Es imposible que no sintamos ciertos escalofríos de entrada con semejantes pensamientos. Más repasándolos y manoseándolos, a la larga sin duda los aprisionamos.
• Nada de lo que sólo ocurre una vez puede ser grave. ¿Hay razón para temer durante tanto tiempo algo tan breve? La muerte reduce a una misma cosa el vivir largo tiempo y el vivir poco tiempo. Pues duración y brevedad no pertenecen a lo que no existe.
• Si habéis aprovechado la vida, estáis saciados, idos satisfechos.
• Y si habéis vivido un día, habéis visto todo. Un día es igual a otro. No hay otra luz ni otra obscuridad. Este sol, esta luna, estas estrellas, este orden, es el mismo que aquel del que gozaron vuestros bisabuelos y el mismo que ocupará a vuestros biznietos.
• La utilidad del vivir no está en su duración sino en su uso: alguno ha vivido largo tiempo y ha vivido poco: aplicaos a ella mientras podáis. De vuestra voluntad depende y no del número de años, el vivir bastante.
fuente:psicologotenerifeonline.com
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